La Resurrección del Señor

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Tristezas que esconden alegrías

alegría¡Cómo nos hubiera gustado estar allí, escondidos tras un arbusto, para contemplar ese momento en que el rostro de María Magdalena, empapado en lágrimas, se iluminó de repente al reconocer a Jesús! En ese instante, en ese rostro, se cumplieron las palabras que Cristo pronunció en la Última Cena:

Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

Si María no hubiese llorado al Jesús que creía perdido, no se habría alegrado al recobrarlo resucitado. Si, en lugar de volver al sepulcro en busca del cuerpo del Maestro, se hubiera alegrado con quienes festejaban su muerte, habría muerto con ellos.

Escribo esto porque sé que, muchas veces, el camino de la fe se nos muestra como un camino de tinieblas, mientras el mundo, el demonio y la carne nos deslumbran con sus luces de neón. Se queja el adolescente de que sus padres quieren llevarlo a misa, cuando sus amigos se han reunido para un partido de fútbol. Y le cuesta al adulto perdonar una ofensa y tender la mano, cuando lo fácil sería volar los puentes con la persona «tóxica». Pero hay tinieblas que esconden mucha luz detrás de ellas, y jamás lo sabremos si no la cruzamos.

(TP06J)

El secreto de Jesús

Sorprende que, cuando apenas le quedan horas para abandonar este mundo, Jesús diga a los suyos: Muchas cosas me quedan por deciros. ¿De modo, Señor, que te marchas, y te llevas tu secreto?

La respuesta es «sí». Jesús se marchó, y se llevó consigo su secreto. Ese secreto no está escrito en los evangelios. Cuando, tras leer el evangelio, lo cierras, a Jesús aún le quedan muchas cosas por decirte. Te ha dejado en esas páginas lo que podías asimilar, pero su secreto no cabe en un libro, ni tampoco lo escucharás en un sermón.

Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. El secreto de Jesús sólo el Espíritu te lo puede comunicar. Lo hará sin palabras, con su «toque delicado que a vida eterna sabe», según nos enseñó san Juan de la Cruz. Y, cuando lo haga, tampoco tú podrás comunicarlo, pero lo guardarás como un tesoro en lo profundo del alma.

Mañana comienza el decenario al Espíritu Santo. Invoca mucho al Paráclito durante esos diez días. Él, cuando venga, llevará tu oración a otro nivel: el de la intimidad y el secreto, el del Amor. Será deleite y anticipo del cielo.

(TP06X)

El niño que quería ir al cielo

Se me ha acercado una madre asustada. Una buena madre. Le habló del cielo a su hijo de seis años, y tantas maravillas le contó del destino que espera a quienes aman a Dios que el pequeño, desde entonces, le repite una y otra vez que quiere morirse para ir al cielo. Ahora mamá se pregunta si no se habrá extralimitado al ilusionar a su niño con la gloria.

Mamá tendrá que decirle al pequeñín que la muerte es mala, y que no debe desearla; que al cielo llegaremos cuando Dios quiera; y que, antes de eso, tenemos un trabajo que hacer aquí. Pero mamá no se ha extralimitado. La reacción del niño es tan normal que nos deja mal a todos.

Porque, cuando crecemos, ya no somos así. Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. «Me voy al cielo, y no me preguntáis por el cielo, sino que os entristecéis de que me vaya. Preferís retenerme aquí a venir conmigo. Preferís que os ayude a vivir bien a que os lleve al cielo. Deberíais volver a ser niños».

(TP06M)

Desde el principio estáis conmigo

Cuando se lee a san Juan, hay que tener cuidado con determinadas palabras. No las usa como nosotros. Por ejemplo, tú puedes decir: «Llevo viendo este partido desde el principio, y es aburridísimo», y te refieres a que ya estabas atento cuando el árbitro pitó el inicio del juego. Pero Jesús, en el evangelio de Juan, dice a sus apóstoles: También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. ¿Y crees que se refiere a que llevan juntos tres años, desde el comienzo de la vida pública del Señor?

En el principio existía el Verbo (Jn 1, 1).

Con la expresión «el principio», Juan nos eleva sobre el tiempo y nos lleva a la eternidad, al terreno de Dios. Y ese desde el principio estáis conmigo, en boca de Jesús, quiere decir: «Habéis nacido de Dios, yo os he rescatado del tiempo y os he llevado al Padre para que compartáis mi mismo origen. Habéis nacido de lo alto, del agua y del Espíritu, sois hijos de Dios. Por eso daréis testimonio de mí, porque me conocéis como Dios».

Has resucitado con Cristo. Desde el principio estás con Él. Tienes su Espíritu porque has nacido de Dios. Da testimonio.

(TP06L)

Un cero pelotero

Se me acercó en cierta ocasión una persona, y con estas palabras me entregó el balance de su vida: «Mire, padre, yo voy a ir al cielo con un cinco. Porque, si Dios me pide que lo ame sobre todas las cosas y ame al prójimo como a mí mismo, la primera mitad la cumplo, quiero mucho a Dios, pero al prójimo no lo quiero nada en absoluto».

Y se quedó tan fresco. Acababa de hacerme el retrato perfecto de la falsa religiosidad. Es la espiritualidad burguesa del consumidor de religión, que se arrodilla en la iglesia y podría decirle a Dios: «Qué bien estoy aquí contigo, y no ahí fuera aguantando a mi familia, a mis vecinos o a mis compañeros de trabajo. Menudos pelmazos».

Le dije que llegaba tarde. Hace tiempo que esos dos mandamientos se convirtieron en uno: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No tenía un cinco, sino un cero. Pelotero.

La verdadera religiosidad busca en la oración el Amor de Cristo, y encuentra en el prójimo el motivo para amar a Cristo. Sólo rezas de verdad cuando sales de la oración con deseos de entregar la vida a tus hermanos.

(TPB06)

La iglesia que el mundo quiere

Poco antes de morir, víctima del odio de los hombres, Jesús anuncia a los suyos: Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, por eso el mundo os odia.

Pero… ¿y si no nos odia? ¿No será ésa la señal de que hemos perdido definitivamente el camino?

Quienes afirman que el mundo quiere acabar con la Iglesia se equivocan. El mundo no quiere acabar con la Iglesia, porque ha aprendido que la Iglesia es más fecunda cuando es más perseguida. Lo que quiere el mundo es una iglesia que no moleste, que no le denuncie su pecado, que se recluya en los templos para orar y sólo salga de ellos para realizar labores sociales. A esa iglesia el mundo la ama, e incluso está dispuesto a premiarla con alabanzas… Siempre y cuando no se empeñe en gritar la verdad.

Al mundo no le molesta que recemos, ni que asistamos a los pobres. Le molesta que hablemos de Cristo a quienes no lo conocen. Por eso, si el mundo no nos odia… Termina tú la frase.

(TP05S)

Benditas indiscreciones

El discurso de despedida de Jesús en el Cenáculo es una bendita indiscreción. Son conversaciones íntimas que san Juan quiso airear a los cuatro vientos, porque aquellos tesoros no podían permanecer en secreto.

– Señor, muéstranos al Padre y nos basta. –Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Feli­pe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Mués­tranos al Padre»?

Qué bien entendemos ahora lo que dijo Jesús: Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea (Mt 10, 27).

Los apóstoles son aquellos que escucharon al oído las confidencias de Jesús y las gritaron desde la azotea hasta morir por ellas. Y es que, cuando se trata de Cristo, no basta con recibir sus confidencias; es preciso vocearlas para que lleguen a todos.

Muy egoístas seríamos si recibiéramos palabras de Amor venidas del cielo y no ilumináramos con ellas la tierra. Es verdad que algunas de ellas son privadas, tampoco conocemos muchos secretos que Jesús dijo al oído. Pero, en su mayoría, esas palabras son antorchas que el Señor nos entrega para que iluminemos a quienes caminan en tinieblas.

(0305)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad