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Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

En la guerra, como en la guerra

Si te preguntas por qué no encuentras en tu vida un momento de sosiego, te doy la respuesta: porque estamos en guerra. Y no hay tregua. Habrá victoria, y habrá sosiego en el cielo.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.

Hay un combate entre un hombre fuerte (Satanás) y otro más fuerte que él: Cristo. Y en ese combate, consumado en el Calvario, Cristo le quita al Maligno las armas de que se fiaba: el pecado y la muerte. En la Cruz, Jesús se hace pecado y se hace muerte para perdonarnos los pecados y rasgar la muerte como se rasga un velo, dejando abiertas las puertas de la Vida.

La batalla está vencida para Él. Pero, para nosotros, la guerra no ha terminado. Mientras haya pecado en el mundo, seguimos inmersos en ese combate, aunque con la segura esperanza de que la victoria de Cristo es también nuestra, porque Él lucha a nuestro lado.

Por eso no encontrarás sosiego fuera de Cristo. Recuéstate en Él. Cristo no pierde batallas.

(TOI27V)

Malos que dan cosas buenas

Hace unos días alguien me preguntaba por qué Jesús nos llama, en una parábola, «siervos inútiles», si somos hijos. Me dio para rezar mucho aquella pregunta, pero os ahorro la respuesta porque no tengo espacio. Lo importante es que, en ocasiones, Jesús pronuncia palabras que son una cuchillada a nuestra autoestima. Como hoy.

Si vosotros, pues, que sois malos

¿Malo yo? ¡Si voy a misa todos los días y siempre saco la basura en casa! Sí. Malo tú. Va por ti.

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos

Eso eres: un malo que da cosas buenas. Como yo. Cuando distribuyo la comunión o imparto la absolución a un penitente, soy un malo que da cosas buenas, un mortal que da vida eterna, un pecador que regala santidad. Una maravilla, vamos. Pero maravilla de Dios, que se sirve de siervos inútiles para llenar de gracia el mundo.

No te preocupes. Lo nuestro tiene remedio. Mira: ¿Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden? Él es el bueno que nos da lo que nos hace buenos: su Espíritu que nos limpia, nos purifica y nos convierte en otros Cristos.

(TOI27J)

Agujeros blancos

Me encontraba solo en la iglesia, rezando sentado ante el sagrario. Y entró un hombre, el director de un coro que iba a ofrecernos un concierto después de la misa. No advertí su presencia hasta que estuvo a diez centímetros de mí. «Padre, cómo impresiona ver rezar a un sacerdote». Os aseguro que no levito, ni se me ponen los ojos en blanco cuando rezo. A los ojos de un pagano, soy un señor sentado mirando una caja de metal. Pero este hombre me dijo lo que me dijo.

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos de dijo: «Señor, enséñanos a orar». Si un sacerdote sentado provoca el comentario que os he transmitido, qué no sería ver orar al Hijo de Dios. Seguro que tampoco Él levitaba, ni se le ponían los ojos en blanco. Pero…

Pero un cristiano recogido es un agujero blanco. Lo mismo que esos agujeros negros del espacio dicen que succionan la materia hacia la nada, un cristiano recogido succiona a quien tiene cerca hacia lo eterno. Y un sacerdote que celebra la Misa con fervor… eso ya es para nota. Casi se parece a lo de Jesús.

(TOI27X)

El camino hacia el Camino

Busca las vidas de los santos. Léelas todas, si quieres, y dime si existe un solo santo en el santoral que no haya amado tiernamente a la Virgen. No lo encontrarás, te lo aseguro. Porque ella es la reina de los santos, y el más dulce camino hacia el Camino.

He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Con esta expresión nos iluminó la senda hacia la santidad. Porque Cristo es la Palabra, y esa Palabra es nuevamente gestada en el alma del cristiano por la contemplación de los misterios de su vida.

Él es también el Camino. Y, por eso, en el Rosario la Virgen es camino hacia el Camino. Cada vez que, mientras desgranas las cuentas y rezas las avemarías, vas contemplando los misterios, de la mano de María te vas sumergiendo en Cristo y Cristo, alumbrado por ella, se va sumergiendo en ti. Y poco a poco, rosario a rosario, la Palabra se va haciendo verdad en tu corazón y en tu vida.

No dejes de rezarlo. Rézalo cada día. Y mantén, mientras lo rezas, la mente en el misterio. Deja que la Virgen vuelva a dar a luz a Cristo en ti.

(0710)

Tu próximo

Quieres hacer de buen samaritano, te gusta el empleo, y andas buscando por todas partes al hombre herido a quien socorrer. Te has presentado como voluntario en Cáritas para ver cara a cara a esa persona necesitada y volcarte con ella.

Muy bien.

Sin embargo, algo se te ha pasado por alto. Porque, hasta que no viste frente a ti a una mujer malamente vestida y con dificultades económicas, no te sentiste buen samaritano. ¿No será que, hasta ese momento, has estado interpretando a los demás personajes de la parábola? Me refiero al sacerdote y al levita que pasaron de largo ante el hombre herido.

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Es tu esposa, es tu marido, es tu hijo, es tu compañero de trabajo. ¿No te das cuenta de que están sufriendo? No, padre. Hace años que ni les preguntas cómo están. Y no te dicen nada porque creen que no te importa.

Tu prójimo es tu próximo. El que está cerca. Y lo está pasando mal. Atiéndelo. Luego ve al despacho de Cáritas, que Dios te lo premiará.

(TOI27L)

Fíate

«No tengo fe, pero quisiera tenerla». «Ojalá tuviera yo la fe que tienes tú». «Es que la fe es un don de Dios, y a mí no me lo ha dado»… Frases como éstas se escuchan con frecuencia de labios de personas aparentemente bienintencionadas. Hombre, siempre es mejor que te «envidien» a que te tiren piedras, pero…

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: «Aumén­tanos la fe».

También los apóstoles querían fe. Y la recibieron. ¿Por qué ellos sí, y otros no?

Porque se fiaron. Se fiaron de Jesús de Nazaret.

Esa fe humana, que consiste en fiarse de alguien, no es un don del cielo. Es un don que nosotros damos a quien queremos, porque nos fiamos de quien queremos fiarnos.

¿Quieres tener fe? Fíate. Fíate de la Iglesia, fíate de los evangelios, fíate de ese amigo que te habla de Dios. Y, con esa confianza, acude al sacerdote, exponle tus deseos de creer, reza como si creyeras… En definitiva, si quieres fe, acércate, como se acerca a la lámpara quien quiere luz.

Y Dios se servirá de esa confianza tuya para regalarte el don de la fe. Porque ese don lo da a quienes se fían.

(TOC17)

Pensar y mirar

Dios te ha dado una cabeza para pensar. Y sería una falta de gratitud no usarla. Piensa y estudia. Aplica el entendimiento, especialmente, a las verdades de la fe. No tengas miedo, ninguna verdad de fe repugna a la razón. Además, debes estar preparado para dar razón de tu fe ante quienes no creen. Si puedes asistir a algún medio de formación doctrinal, no dejes de hacerlo, porque lo necesitas.

Pero si crees que con la razón vas a agotar el contenido del Misterio, te equivocas de parte a parte y estás a un paso de la soberbia, si no has caído en ella ya.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.

La razón piensa y desentraña. Ante el Misterio, sin embargo, somos niños. El niño no piensa, mira y se asombra. Eso es la mirada de fe. La fe no es tanto creer lo que no vemos como ver lo invisible. Por la fe, ante un sagrario te encuentras como ante un abismo de luz. Abres la boca y quedas mudo, no puedes hablar. Adoras. Y te sumerges.

(TOI26S)

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