La Resurrección del Señor

8 junio, 2024 – Espiritualidad digital

Los ojos, en la luz

Si miras al sol y lo ves oscuro, ¿dónde está la oscuridad? No en el sol, sino en tus ojos. Se te ha nublado la vista, te han cubierto las sombras y estás ciego.

Los escribas decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Tienen delante al Sol, y sólo ven tinieblas. Tienen enfrente a Dios, y sólo ven demonios. Quizá se aficionaron a mirar demonios, y así se les llenaron los ojos de sombras.

No me gustan esos cristianos que ven demonios por todas partes. ¿Les duele la cabeza? ¡El Demonio! ¿Pierden el autobús? ¡El Demonio! ¿Les disgustan los políticos? ¡El Demonio! ¿Les cae mal una persona? ¡El Demonio! Andan detrás de exorcismos e imposiciones de manos, cuando deberían buscar aspirinas y un psicólogo sensato. De tanto mirar al Demonio, se les ha llenado el alma de tinieblas. Son cristianos tristes.

Ya sabemos que los demonios existen, y que tratarán de perturbarnos. Pero lo que más les gusta es captar nuestra atención. Es preciso sufrirlos y, santamente, ignorarlos. Los ojos del cristiano tienen que estar fijos en Cristo, la luz que enamora y ahuyenta las tinieblas del alma. Sonríe.

(TOB10)

La lengua materna

Inmaculado corazón de MaríaPor muchos idiomas que uno pueda haber aprendido a lo largo de su vida, la lengua materna es siempre la que nos permite expresarnos con naturalidad y de manera espontánea. Nosotros, que hemos nacido como hijos de Eva, desde que nacemos hablamos su idioma. No sabemos amar. Llamamos «amor» a egoísmos, lascivia, afán de control, posesiones, inseguridades y celos. No es sólo nuestra lengua. Merced al pecado original, son nuestros corazones los que están «formateados» así. Y no basta con aprender un lenguaje nuevo, ni con forzar el corazón para reprimir sus veleidades. La redención obrada por Cristo requiere un nuevo nacimiento, una nueva madre, una nueva lengua materna y un nuevo corazón.

Su madre conservaba todo esto en su corazón. Ese corazón inmaculado habla, desde el principio, la lengua de Dios, la del Espíritu que lo llena por completo. Sabe de amores grandes, limpios y hermosos, sabe y bebe del agua del costado de su Hijo.

Sea crucificado el hijo de Eva, y nazca de esas aguas el hijo de María. Nazcamos de nuevo de esa madre, alimentémonos a sus pechos, y aprendamos ese idioma, que ha de ser nuestra lengua materna. Así, cuando digamos «amor», hablaremos de Amor.

(ICM)

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