La lengua materna

Inmaculado corazón de MaríaPor muchos idiomas que uno pueda haber aprendido a lo largo de su vida, la lengua materna es siempre la que nos permite expresarnos con naturalidad y de manera espontánea. Nosotros, que hemos nacido como hijos de Eva, desde que nacemos hablamos su idioma. No sabemos amar. Llamamos «amor» a egoísmos, lascivia, afán de control, posesiones, inseguridades y celos. No es sólo nuestra lengua. Merced al pecado original, son nuestros corazones los que están «formateados» así. Y no basta con aprender un lenguaje nuevo, ni con forzar el corazón para reprimir sus veleidades. La redención obrada por Cristo requiere un nuevo nacimiento, una nueva madre, una nueva lengua materna y un nuevo corazón.

Su madre conservaba todo esto en su corazón. Ese corazón inmaculado habla, desde el principio, la lengua de Dios, la del Espíritu que lo llena por completo. Sabe de amores grandes, limpios y hermosos, sabe y bebe del agua del costado de su Hijo.

Sea crucificado el hijo de Eva, y nazca de esas aguas el hijo de María. Nazcamos de nuevo de esa madre, alimentémonos a sus pechos, y aprendamos ese idioma, que ha de ser nuestra lengua materna. Así, cuando digamos «amor», hablaremos de Amor.

(ICM)