La Resurrección del Señor

Espiritualidad digital – Página 3 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

«Hijo mío»…

Las conversaciones más amorosas entre el hombre y Dios no están hechas de palabras, sino de silencios. Por eso dice Jesús que cuando recéis, no uséis muchas palabras; no hacen falta. Pero el Padrenuestro se compone de palabras, palabras santas, y he imaginado (¡cosas mías!) una respuesta del Padre a esas santas palabras pronunciadas por el hijo. Aquí te la dejo, por si te ayuda a rezar:

«Hijo mío, que aún vives desterrado en la tierra, yo me haré santo dentro de ti y te santificaré con mi Espíritu. Ese Espíritu convertirá tu alma en reino mío. Por tu docilidad, mi voluntad se cumplirá en ti, y así vivirás en la tierra como quien vive en el cielo. Te alimentaré cada día con el Pan de vida. Perdonaré tus pecados, y ablandaré tu corazón para hacerlo capaz de perdonar a quien te ofende. Permitiré la tentación, que te probará y te hará temblar; pero, si te mantienes en oración, no permitiré que caigas en ella. Permitiré en tu vida el sufrimiento, para que lleves el amor hasta el extremo, pero te libraré del verdadero mal, que es el pecado. Yo soy tu Dios. Confía en esta promesa que te hago».

(TOP11J)

La vida de los hijos de Dios

Ya desde ayer nos invitó Jesús a que viviéramos como hijos de Dios, quien hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos, y a que fuéramos perfectos como perfecto es nuestro Padre celestial. Las palabras que hoy nos regala el Evangelio, y que desembocarán en la oración del Padrenuestro, deben ser leídas en esa clave. Jesús está hablando de la nueva vida de los hijos de Dios.

Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará… Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. San Pablo dice que nuestra vida está escondida, con Cristo, en Dios (Col 3,3). Por eso, el hijo de Dios vive vuelto hacia su Padre, que ve en lo escondido. Ha convertido su vida en ofrenda, en sacrificio de obediencia, y no busca, ni le importan, la aprobación o la gratitud de los hombres.

Lo secreto y escondido, ese santuario interior poblado de silencio del alma en gracia, es el lugar natural del encuentro entre el hijo de Dios y su Padre. Por eso el hijo de Dios tiene vida interior, estima en nada las alabanzas y los desprecios de los hombres, habla poco y reza mucho.

(TOP11X)

Sin letra pequeña

Amamos poco. Porque el verdadero amor es gratis, y a nosotros nos gusta comprar y vender. El mercadeo mata el amor. Ya sé que no lo reconocemos, pero, gran parte de las veces, nuestro amor requiere una contraprestación. Hay que buscar la letra pequeña para encontrar esa cláusula. Decimos: «Te quiero mucho». Pero como me traiciones te daré la espalda. Letra pequeña.

Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

No hay letra pequeña en el sol o en la lluvia. Si decido resguardarme del sol y ponerme a la sombra, el sol seguirá allí cuando lo busque. Si me cubro con un paraguas, la lluvia seguirá regando mi jardín. Si reniego del Amor de Cristo y decido apartarme de Él, sus brazos estarán abiertos para mí cuando regrese. Si me niego a confesar y rechazo la lluvia sanadora del Espíritu, las manos del sacerdote volverán a empaparme con esa agua cuando me arrodille y pida perdón.

El Amor de Cristo es lo único que tengo seguro en esta vida. Haga yo lo que haga, no dejará de amarme jamás. Eso es Amor.

(TOP11M)

El despojo de un hombre feliz

décima estación del via crucisTodo el evangelio de hoy cabe en la décima estación de Vía Crucis: Jesús despojado de sus vestiduras. Basta con imaginar al Hijo de Dios dejándose arrebatar la ropa y mostrando al mundo un cuerpo flagelado y despojado ya de su dignidad para entender:

Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto.

Pero los ojos que contemplan esa décima estación deben buscar el alma de la escena, el alma del Hijo de Dios, si quieren realmente entender. Es el alma de quien tiene un tesoro en el cielo y, por ese tesoro, ha dado por perdidos todos los bienes de la tierra. Ese hombre desnudo y flagelado –y aquí es donde se requiere una mirada atenta a lo esencial– es un hombre plenamente feliz, tan dulcemente cautivado por el Amor de su Padre que puede permitirse, ante quienes le arrebatan sus bienes terrenos, ofrecer la misma resistencia que un cadáver. Cuando lo hayan despojado de todo, hasta de la vida, descubrirán que Él ya había escapado al cielo.

Ten tus delicias en el cielo, y así serás Eucaristía: Te dejarás comer por tus hermanos.

(TOI11L)

Si no siembras…

Sucedió hace años a las puertas de mi parroquia. Ella estaba fuera, fumando, fumaba muchísimo. Y se le acercó una mujer para pedirle fuego. Mientras le encendía el cigarrillo, observó las lágrimas en sus ojos y le dijo: «Parece que te vendría bien entrar y hablar con el sacerdote». Cosas que pasan, aquella mujer, que llevaba muchos años sin pisar una iglesia, hizo caso del consejo y entró a hablar con el sacerdote. Y se confesó, se quedó a misa, y se convirtió.

El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

Quienes no se atreven a hablar de Dios jamás conocerán el fruto que podrían haber dado sus palabras. Si no siembras, nunca recogerás. Y si el fruto es para Dios y para la felicidad de quienes están perdidos, no sembrar, no hablar de Dios, es un serio pecado de omisión.

«¿Para qué voy a hablar, si no me harán caso?» ¿Y tú qué sabes? ¡Podría contarte tantas historias como la de arriba!

Siembra sin miedo, y reza. Lo demás déjaselo a Dios.

(TOB11)

Cuando Dios jura

En la Escritura observamos cómo, en varios momentos, Dios jura: El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec» (Sal 110, 4). Si jurar supone poner a Dios por testigo de una afirmación, cuando Dios jura está entregando al hombre una palabra irrevocable, de la que Él mismo responde. Por el mismo motivo, el hombre sólo debería jurar cuando ese juramento viene de lo alto, del propio Dios.

Son juramentos que se pronuncian de rodillas, y en los que el hombre, respondiendo a una llamada divina, entrega a Dios su vida como culto: el matrimonio, el orden sacerdotal, los votos perpetuos de los religiosos… En esos momentos, el hombre se atreve a jurar confiado en que Dios mismo, que le pide el juramento, le otorgará la gracia de llevarlo a término. De algún modo, en ese juramento también Dios queda comprometido. ¿Quién, de otra forma, se atrevería a entregar la vida entera sin conocer aún lo que le depara el futuro?

Pero también, en ocasiones, el hombre profiere juramentos en los que se sirve de Dios para hacerse creíble. A estos juramentos se refiere Jesús cuando dice: No juréis en absoluto.

(TOP10S)

El deseo de la carne y el amor a la Cruz

Las palabras de Cristo sobre el adulterio requieren una explicación. Pues fácilmente podría alguien, al leerlas en español, identificar concupiscencia con pecado.

Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

El deseo al que se refiere el Señor no es la apetencia de la carne, sino el consentimiento de la voluntad. La carne –nos dice san Pablo– desea contra el espíritu (Gál 5, 17). Esa mera tendencia de la carne hacia su satisfacción nos tienta, pero no nos mancha. La carne siempre querrá bajarse de la Cruz y buscar sus consuelos. Pero, mientras el deseo del espíritu esté en la Cruz, amando, no el dolor, sino el amor y la obediencia de Cristo, ese espíritu, ayudado del Espíritu, someterá los deseos de la carne. Sufrirá al someterlos, pero honrará a Dios.

Sin embargo, cuando la carne arrastra con ella al espíritu y lo aparta de la Cruz, haciéndole desear el pecado, el hombre, al entregar a la carne su voluntad, ya ha pecado y ha renegado, como el mal ladrón, del Crucifijo.

En resumen: el deseo del que habla Jesús en esta enseñanza no es un «me apetece», sino un «quiero».

(TOP10V)

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